Escrito por: Alberto: www.elgarinense.com 09 abril 2010

Señor, ten misericordia de mí; sana mí alma, porque contra ti he pecado. Salmo 41:4
La sorpresa del predicador
Un predicador había hablado de la fe cristiana. Acto seguido, un joven se le acerco y le increpo: -Usted emboba a la gente. ¿Puede probarme que existe un Dios? El interpelado hizo una pausa y luego dijo sí con una convicción ¿Cual?, pregunto el joven.- que usted hable honestamente de su vida ante Dios. El joven miro al orador extrañeza, pero luego el sorprendido fue el predicador, ya que el joven no empezó a discutir, sino contó su historia, como se había acercado a las drogas y como robando, conseguía el dinero necesario para pagarlas. Así volcó toda la miseria de su vida.
Ambos se dirigieron a un lugar tranquilo y oraron. Contaron todo a Dios, quién quiere perdonar a todo aquel que confiesa sus pecados, él joven comprendió que Jesucristo había muerto por él. Que había pagado la deuda que él tenia ante Dios por sus pecados, y Dios le perdonaba todo.
Sobre el pálido rostro se reflejó una luz. El joven dio las gracias a Dios de todo corazón por su perdón. Luego dijo: -Ahora voy a la comisaría. También quiero estar en orden con los seres humanos. El predicador no daba crédito a sus oídos y se preguntaba si lo que oía iba en serio. Efectivamente, el joven quería arreglar las cosas con todos.
Había aprendido a conocer a Dios y respiraba el aire fresco de la verdad. Ahora quería dar un nuevo curso a su vida. Dios se había revelado a él. El no es una formula matemática. El vive.
Extraído de La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Para consulta enviar email: advriv_13@hotmail.com

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