Escrito por: Alberto: www.elgarinense.com 04 julio 2012

NINGÚN PIBE NACE CHORRO
MI REFLEXION LUEGO DE LA MARCHA POR LA INSEGURIDAD EN GARIN
El viernes unas quinientas personas marcharon por las calles céntricas de nuestra ciudad reclamando mayor seguridad.
El común denominador: “no se puede más”, “hay que matarlos a todos”, “bajar la edad de imputabilidad”, “son menores y entran por una puerta y salen por la otra”, “necesitamos más patrulleros, mas policías”, “mano dura” “pibes chorros”
Muy poco se escucharon las palabras, inclusión, educación, ayuda, drogas, y por sobre todo “nuestros pibes”.
Seguramente, para quienes tenemos la enorme responsabilidad de estar a cargo de una escuela, la frase “nuestros pibes” es cotidiana, y es respetable que no lo sea para los ciudadanos comunes, que todos los días, vuelven del trabajo y tienen que estar corriendo riesgos de ser asaltados con el plus de ser golpeados, maltratados y algunos hasta pierden la vida. Miles de casos podemos ver a diario por televisión, muchísimos otros en nuestro círculo de relaciones. Los docentes no están ajenos a ello, de hecho, también han sido víctimas de la inseguridad. Quizás, la diferencia que siento con mis vecinos garinenses que caminaban por sus calles, es que no creo que los problemas de inseguridad se arreglen con mas patrulleros, con más policías, con más mano dura, con más cárcel. Los problemas de inseguridad tampoco se arreglan solo con más educación.
Ser docente nos pone en un lugar de altísima responsabilidad, donde la escuela y quiénes son los responsables adultos de trabajar con los niños y jóvenes, también debemos modificar ciertas costumbres enquistadas fruto de años y años de desidia en el sistema educativo. Si bien las políticas educativas y la nueva ley de educación, han cambiado el paradigma, y para quienes coincidimos con él, nos resulta placentero ver aquellos logros que se alcanzan. Las estadísticas negras son las que más salen a la luz, pero también es necesario reconocer y defender todo lo que se hizo y se sigue haciendo en educación, la recuperación de jóvenes que estaban fuera del sistema, los pibes egresados que son la primer generación en sus familias con un titulo secundario, la cantidad de pibes que a diario proyectan su futuro y confían en la educación como medio para incluirse en la sociedad, las herramientas que llegan a las escuelas para igualar las oportunidades al momento de enseñar y aprender,. Tantas cosas positivas que tendríamos que estar satisfechos con ello.
También, y es motivo quizás para una próxima reflexión, es necesario replantearse los motivos por los cuales hoy los docentes estamos tan desacreditados por la sociedad, y que responsabilidad nos cabe en ello. El por qué muchos jóvenes no asisten a clases, no se preocupan por aprender, no les interesa absolutamente nada. Pero como dije, es un tema para reflexionar mas adelante, cuando pueda expresar lo que pienso sin ofender a nadie.
Hoy en nuestras escuelas confluyen jóvenes con diversidades que deben ser atendidas. Pero hay muchas de esas diversidades que escapan a las posibilidades de las escuelas y la preparación que nosotros podamos tener. No tenemos herramientas para garantizar la escolarización y el aprendizaje de niños y jóvenes que viven situaciones de extrema pobreza y violencia. Los vemos chiquitos, jugando, buenos, compañeros, solidarios, los vemos sufrir, los vemos crecer sufriendo, y los vemos crecer discriminados y excluidos por una sociedad que no se detuvo a mirarlos cuando estaban en la calle, cuando hacían malabares, cuando tenían sus pies descalzos, cuando estaban marcados por cintazos, cuando eran explotados por adultos. Recién los miran cuando están con un arma, con los ojos brillosos, cuando matan a alguien, cuando lo único que se pide es que se pudran en la cárcel. Cuando ya es tarde.
Está legislado que en la provincia de Buenos Aires debe haber un Sistema de Protección de los derechos del niño, traducido en políticas , programas y recursos volcados en especial hacia aquellos niños que tienen los derechos vulnerados, a fin de que éstos se les restituyan. Pero esta Ley no se está cumpliendo como debería cumplirse, y la escuela está muy sola con su mandato de “incluir”. Cuando ocurre un hecho grave que involucra a un niño, o que tiene a uno o más niños como víctimas, la pregunta de rigor es: ¿Y qué hizo la escuela? Y nuestra pregunta es; ¿Dónde están las autoridades de aplicación de la Ley? ¿Donde están los ciudadanos comunes que no capaces de involucrarse cuando hay pibes en riesgo? Siempre esperamos que otro se ocupe. Tenemos infinidad de casos en las escuelas en las que tenemos que intervenir porque algún padre nos avisa de la situación, ya que ellos saben, pero deciden no actuar.
La respuesta es siempre la misma. Tenemos miedo. Y el final es siempre el mismo, los chicos terminan dejando de confiar en nosotros, porque más no podemos hacer.
Tantos años de miedo en nuestro país, será muy difícil de cambiarlo. Sobre todo porque no hay decisiones puntuales para que esto se revierta. Yo me pregunto, y me lo pregunto desde el primer día que me golpee con la realidad hace casi 20 años cuando entre a un aula, ¿Si salvamos a los pibes cuando sus vidas empiezan a correr peligro? ¿Si los salvamos antes que sea tarde?, ¿Si en lugar de pedir más patrulleros, más policías, más mano dura, pedimos más deporte, más centros de atención y prevención, más escuelas y clubes abiertos los fines de semana para todos, más responsabilidad familiar y empresarial y política? ¿Y si probamos con más amor?
Si las leyes existen, si nuestra constitución lo exige, será hora de reclamar ayuda para esos pibes, esos pibes que crecen discriminados, olvidados, maltratados, esos pibes que crecen prometiéndose que algún día tomarán revancha de esa vida que no eligieron.
Por eso mi convencimiento de que ningún pibe nace chorro. Porque yo vi crecer a muchos de ellos y eran de buena madera. Simplemente con la escuela no alcanzo para salvarles la vida.

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