Escrito por: Alberto: www.elgarinense.com 15 mayo 2013

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Hebreos 12:5-6 Para a la postre hacerte bien. Deuteronomio 8:16 En la escuela de Dios En cualquier momento podemos vernos confrontados a situaciones difíciles, como por ejemplo el desempleo, la enfermedad, problemas de dinero o la pérdida de un ser querido. El cristiano puede preguntarse sobre el sentido de las pruebas por las que atraviesa: ¿Que es lo que mi padre celestial quiere decirme en esta ocasión? Quizás estemos en una situación peligrosa y ni siquiera nos damos cuenta, por eso es necesario que nuestro padre nos aparte de ella. Tal vez necesitemos experimentar la gran eficacia de su ayuda en las circunstancias más difíciles; incluso podemos estar comprometidos en un camino equivocado, demasiado inmiscuido en las cosas del mundo. Así como lo hacemos con nuestros propios hijos, Dios interviene para formarnos, "para que participemos de su santidad" (Hebreos 12:10). Confesemos nuestros errores a Dios y, con su ayuda, tratemos de enmendarlos. No tomemos a la ligera su represión, no nos desanimemos en medio de la prueba. O quizá sencillamente nos ve muy atormentados y quiere que nos detengamos y descansemos un poco. Muchas de las dificultades que se nos presentan no son debidas a un castigo de Dios. La disciplina de un padre tiene como objetivo formar: aprender la humildad, a conocerse así mismo. El deseo de Dios es que nos confiemos en nosotros mismos. Podemos estar seguros de que una mano amorosa nos conduce, porque Dios nos ama.

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