Escrito por: Alberto: www.elgarinense.com 02 agosto 2014

ESTA ES LA SEGUNDA PARTE DE UN HECHO HISTÓRICO QUE SUCEDIÓ EN NUESTRA CIUDAD HACE 44 AÑOS ATRÁS, Y DE ESTA FORMA PODAMOS SABER MAS SOBRE LA HISTORIA GARINENSE.



Uno de los comandos se ubicó en la intersección de Avenida Belgrano y calle Salvo, paso fundamental de ingreso al pueblo, frente a la residencia infantil de OPROVI (en esa época, hoy ya fue demolida), allí, cinco hombres armados, cuatro de los cuales vestían uniformes policiales, comenzaron a detener el tránsito en una calle lateral impidiendo la salida a Capital Federal, por el Acceso Norte, dando diferentes excusas a los conductores, como estar realizando procedimientos para apresar asaltantes que estarían en la zona, los falsos policías obligaban a los conductores a permanecer dentro de sus vehículos en fila, después de retenerles la documentación y las llaves de los automóviles.
Una vez bloqueado el tránsito en esa intersección, uno de los supuestos oficiales se acercó hasta las instalaciones de OPROVI (Hoy el Supermercado COTO) y con “modales finos” y “acento porteño”, según testimonios de testigos, le solicitó el teléfono a la señora de Encina, esposa del director de la institución, para comunicarse con sus “superiores”, cuando su verdadero objetivo era constatar que Garín ya se encontraba incomunicado.
Mientras tanto el otro comando, conformado por cinco hombres armados, uno de los cuales vestía uniforme policial, se había apostado en la Avenida Márquez, actual Fructuoso Díaz, con el objeto de bloquear la salida de vehículos hacia la ruta Panamericana acceso Pilar. Allí, el hombre mantuvo un extraño diálogo con un camionero de apellido Heredia, al que luego de impedirle salir del pueblo le dijo: “El general nos está dando más trabajo ahora de muerto que cuando estaba vivo”. Ante la perplejidad del camionero que le preguntó a qué general se refería, aquél contestó “Al general Aramburu”. Ese mismo comando, además de impedir la salida de automóviles por la ruta Panamericana, tenía otra tarea: vigilar a los siete choferes de los vehículos que habían sido incautados al inicio de la operación y que continuaban encerrados en la parte trasera de la camioneta Ford F-350.
En paralelo con el control de las principales vías de salida, otro grupo estaba encargado de vigilar la estación del Ferrocarril Mitre, el objetivo era controlar el lugar y prever posibles dificultades frente a la llegada de un tren con pasajeros.
Luego de merodear un tiempo por el lugar, una de las parejas ingresó a la oficina del jefe de la estación y solicitó un formulario para enviar un telegrama a Capilla del Señor, después de redactar el mensaje y de abonar la tarifa se retirarían sin dificultades en un Rambler celeste, pese al arribo de un tren no consideraron necesario tomar la estación.
COPAMIENTO DE LA COMISARIA
Simultáneamente otro comando había puesto en marcha una de las acciones más audaces del operativo: la toma de la comisaría, se presentó un supuesto médico, con una tarjeta identificatoria que decía “Dr. Krause”, que iba acompañado por una mujer vestida como enfermera de la Cruz Roja. Fueron atendidos por el suboficial de servicio al que le manifestaron que habían ido a verificar el estado de salud de los niños alojados en OPROVI y que querían “abrir comisión”, trámite usual entre algunos trabajadores estatales bonaerenses que consistía en dejar asentada su presencia en el libro de guardia, cuando el suboficial se dispuso a buscar el libro, la mujer sacó una ametralladora que ocultaba entre sus ropas, el supuesto médico también exhibió su arma, y juntos lo encadenaron de pies y manos, lo encapucharon y lo obligaron a permanecer en el suelo boca abajo. A continuación hicieron lo mismo con un agente que se encontraba en otra habitación de la comisaría revisando expedientes, ya con la situación bajo control ingresó el resto del comando, para comenzar a apropiarse de las armas y los uniformes policiales que se encontraban en el lugar, también se dedicaron a pintar con aerosol negro en las paredes del destacamento policial una consigna que posteriormente se observaría en diversos lugares del pueblo: “Libres o muertos, Jamás esclavos, Fuerzas Armadas Revolucionarias”.
ROBO AL BANCO Y MUERTE DE SULLING

Banco Provincia, donde actualmente funciona una casa de
deportes frente a la Cocheria Parana
La enfermera que asistió a Sulling
Mientras tanto, a pocas cuadras de la comisaría, una camioneta amarilla había estacionado frente al Banco de la Provincia de Buenos Aires, donde se produciría un hecho trágico, del vehículo descendieron un hombre y una mujer -vestida con minifalda y botas negras- que se aproximaron con actitud desafiante al cabo 1º Fernando Sulling, de guardia en la puerta del banco, sospechando que se trataba de un asalto, el policía desenfundó su arma reglamentaria y luego de un forcejeo, los jóvenes lo hirieron en el estómago.
La esposa e hija de Sulling
La señora Sara Solarz de Osatinsky, una vieja terrorista argentina de las FAR, que actuó con varios nombres de guerra: Kika, Lita, Jenny, Marie, etc.
Allí, ella misma, asesinó al cabo de la policía de Buenos Aires, Esteban Fernando Sulling, quien vivió en Ginebra, Suiza por muchos años.
Junto con otra pareja que se acercó, cargaron al policía e ingresaron al banco donde ya se encontraban los otros cuatro integrantes del comando, una vez adentro, les manifestaron a los presentes: “Como Uds. comprenderán, esto no es contra los bancarios, esto es un asalto evidentemente político para derrotar al régimen que actualmente nos gobierna, por lo tanto pido a Uds. que no colaboren con la policía”.
Luego de ser intimados con armas de fuego, el personal del banco, los clientes que se encontraban allí, el cabo herido y otros policías de custodia fueron atados con cadenas y encerrados en una oficina del establecimiento.
Uno de los jovenes testigo de la muerte del policia
Pese a ello, según algunos testimonios todos fueron tratados con corrección, para asegurar que el asalto se realizara con éxito, simultáneamente una pareja de jóvenes había entrado al restaurante “El Farolito”, ubicado frente a la institución crediticia, y encerrando a los parroquianos y a los dueños del lugar en la cocina, cuando la pareja se retirara del lugar, la recaudación del día permanecería intacta en la caja del local.
Mientras tanto, en el interior del banco todo se desarrollaba con celeridad: algunos pintaban consignas, otros se apoderaban del dinero disponible en las ventanillas y el resto le exigía al gerente que les entregara la llave del tesoro principal, este les manifestó que se encontraba en la comisaría por lo que cuatro miembros del comando lo obligaron a dirigirse con ellos al destacamento policial, que por entonces ya estaba tomado, cuando llegaron a la comisaría el grupo de rehenes se había incrementando, ya que dos vecinos de Garín que habían ido a denunciar lo que sucedía en el banco se encontraban también maniatados.

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