Escrito por: Alberto: www.elgarinense.com 24 diciembre 2009

Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente. Juan 6:68-69
El hijo del Dios viviente
Cuando el Señor Jesús presentó claramente la verdad a sus oyentes y seguidores, muchos lo dejaron y se fueron. A la pregunta concreta del Maestro a los apóstoles: "¿queréis acaso iros también vosotros?", Pedro le respondió según el versículo de la fecha. Esta respuesta contiene dos gloriosas verdades acerca del Señor.
1) Él es el único que tiene palabras de vida eterna. Él es la fuente, el origen mismo de la vida. Todo lo que decía, lo era también él mismo. Esto se manifestaba en su comportamiento y en su persona. Quién creía en sus palabras, creía también en él y recibía por medio del Espíritu Santo la vida eterna. Sí, las palabras del Señor dan vida eterna, salvan al ser humano que pone su confianza en él.
2) En la segunda parte de su respuesta, Pedro expresa lo que hallamos más tarde en su Maestro "Piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa" (2:4). Independientemente de lo que los hombres viesen en él, cualquiera fuera su actividad para con él, Jesús es y permanece el Santo de Dios. Él es aquel que vivía completamente para Dios, su escogido, su ungido, aquel en quien Dios hallaba toda su "complacencia". Su vida era una eterna dedicación a Dios. Jesús es el hombre por medio del cual Dios cumplió los pensamientos de su corazón. ¡Qué gloria se halla en la expresión: el Santo de Dios!
Extraído de La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Para consulta enviar email: advriv_13@hotmail.com

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