Escrito por: Alberto: www.elgarinense.com 22 diciembre 2011

He aquí que vengo... para hacer tu voluntad. Hebreos 10:7
Cristo... por lo que padeció aprendió la obediencia. Hebreos 5:7-8
En Getsemani (1)
El evangelista de Lucas (22:39-44) nos presenta al Señor Jesús bajo un carácter especial, es decir, como hombre completamente obediente. Algunas horas antes de ser detenido fue con sus discípulos a un huerto llamado Getsemani. Allí se alejo un poco de ellos para orar a su Padre. Oro tan intensamente que "era su sudor como grandes gotas de sangre" (Lucas 22:44). Para que los hombres pudieran ser salvos, Jesús, el único que no cometió pecado, tuvo que aceptar de parte de su Padre una copa, símbolo de todo lo que debía sufrir en la cruz por nuestros pecados. Allí Dios seria glorificado y Satanás vencido.
Jesús sabia que precio debía pagar para expiar el pecado: la ira y el abandono de Dios. ¡Cuanto temor al pensar que Dios, a quien había servido con tanta fidelidad, iba a abandonarlo a el, su amado Hijo! El ofreció "ruegos y suplicas con gran clamor y lagrimas al que le podía librar de la muerte" (Hebreos 6:7). Pidió a su Padre que si fuese posible lo librara de esa copa de dolores. Pero en perfecta sumisión añadió: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42). De su oración deducimos que estaba dispuesto a consumar la obra que había venido a realizar.
Al igual que los discípulos, presentes pero dormidos, no podemos entrar en la agonía por la que paso nuestro amado Salvador en aquellos momentos, pero podemos darle las gracias y adorarlo
Extraído de La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Para consulta enviar email: advriv_13@hotmail.com

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